PRESENTACIÓN

 

Prefacio
 
            Bajo las raíces de aquella tierra manchada por el odio y la avaricia aguardaba aquel cuyo nombre no debía pronunciarse a la ligera, aquel que se había enfrentado a la muerte sin perecer, al que todos temían encontrarse, el que buscaba venganza por su destierro obligado. Caminaba de un lado a otro pensativo, maquinando algún plan que le abriera las puertas de aquella cárcel inmunda en la que ahora se había convertido su existencia. Presionando con los dedos el puente de su nariz, rememoraba las palabras que una vez habían salido de la boca de aquel que había considerado un hermano, aquel que le había entregado el poder para después arrebatárselo, palabras ahora convertidas en afilados cuchillos que arañaban su garganta con fuerza cuando las pronunciaba; "De tu destierro sólo te librarás si una parte de mi alma logras hacer sangrar".
Por más que pensaba en ello no lograba vislumbrar la manera de ascender a los cielos y arrancar la sonrisa arrogante de los labios a aquel que había manchado su nombre con falsas acusaciones, aquel cuya maldad no tenía parangón y había logrado que hasta el más incrédulo de sus hermanos lo tomara por un desertor capaz de traicionarlos por no ceder a los deseos de alguien que se vanagloriaba de su poder. Aquellas acusaciones infundadas lo habían llevado a día de hoy al lugar donde se encontraba, por no seguir al rebaño, por ir a contracorriente y defender su propio credo. Para mitigar su soledad únicamente le quedaban sus guerreros, aquellos que habían sido corrompidos por la codicia humana y habían acabado siendo arrastrados a sus dominios. Todos y cada uno de ellos suplicaba clemencia ante su persona, pero solo él tenía el poder de decidir si eran merecedores de convertirse en aliados, en almas atormentadas y penitentes, merecedoras de su benevolencia, aquellas a las que adiestraba para convertirlos en los guerreros más fieros y preparados, con el único fin de obtener lo que quería, la libertad. Únicamente eran seleccionados aquellos que estuvieran dispuestos a luchar y ofrecer lo mejor de ellos mismos para conseguir su cometido, recuperar aquello que un día había acariciado con la punta de los dedos y era suyo, únicamente suyo, el poder.
Dichos guerreros, bautizados con el sobrenombre de Kazoos, eran su único acceso a la superficie, las únicas herramientas supraterrenales que poseía, sus piezas de ajedrez en una partida donde lo único que importaba era el premio que comportaba la victoria, y todo estaba permitido. Sólo podía permitirse el lujo de ganar, puesto el tiempo iba avanzando, mermando así su paciencia. Y su hermana, la única familia que todavía le importaba, arrancada de sus brazos por aquel insensato y falso compañero de viaje al que todos creían y alababan. Si supieran lo que él sabía.... Únicamente debía ser paciente para conseguir sus objetivos y recuperar a la única persona que había estado a su lado cuando todos le dieron la espalda, debía rescatarla a ella pues no era merecedora de vivir en una mentira. ¿Lo creería aún, querría hablar con él o ya se habría dejado embaucar por el otro?